Mariángeles Magán (Se abre en ventana nueva)Sábanas, manteles, iniciales en camisas, toallas, ropa infantil... ¿quién no tiene en casa una pieza bordada a mano? Pero además de la prenda, valiosa por albergar un arte, cada vez más extinguido, es de reliquia la firma, y no precisamente con acento y corte inglés sino con impresión autóctona, la de Mariángeles, la bordadora "por excelencia de Pozuelo de Alarcón".

"Ejecutar algo con arte y primor", así define la Real Academia de la Lengua el verbo "bordar", aunque la precisión parece haber sido creada para esta autodidacta, quien no sólo crea arte con el bordado sino que lo hace con maestría para erigir una pieza distinta en cada ocasión.

Tras la definición teórica y lejos de que nos escuche, pues la discreción de la autora la mantiene en un segundo plano, damos paso a la praxis, o mejor dicho, a la protagonista de su vida profesional, "la labor de decorar una pieza de tela con diseños en hilo, hecho con una aguja". Un quehacer que Mariángeles siempre ha supeditado a su labor doméstica, "pues soy madre de tres hijos y ellos, junto con mi marido, son mi prioridad". Pero el amor al arte, nunca mejor dicho, ha hecho posible que esta pozuelera de adopción haya realizado bordados para la alta y media sociedad del municipio de antaño y de ahora. "El boca a boca ha sido siempre mi mejor aliado", afirma Magán para concluir que "las madres que antes me encargaban piezas bordadas para sus casas son ahora las abuelas que regalan a sus nietos baberos o sábanas decoradas", sin olvidar además, "que se han convertido en las transmisoras de este legado, tendente a la desaparición".

Tal vez la concepción cultural de que el bordado en la ropa y artículos del hogar fue símbolo de estatus en muchos períodos históricos, dota a la matrona de un sentimiento intrínseco. A diferencia, pues, de las primogénitas, a quiénes, las nuevas tecnologías aplicadas al diseño y dibujo incrustado, junto con la ausencia de tiempo y constancia, han mermado hasta la tendente desaparición "tanto de la destreza como de las maestras". Y hablando de maestría damos paso a la docencia ya que, "me parecería muy bien que se impartieran clases de costura y bordado en los colegios, tanto a niñas como a niños, por igual", afirma nuestra profesional de la aguja. A quién Esperanza Morón ha planteado en varias ocasiones que imparta su arte para crear oficio "porque Mariángeles tiene unas manos exquisitas para el bordado, tanto a mano como a máquina", afirma la cronista de la villa.

 

 

Mercería Mariángeles, C/ Beningo Granizo, 6

Sin embargo, Magán asume resignada la pérdida en el tiempo de este oficio "porque supone mucho esfuerzo físico y temporal para una remuneración escasa. Incluso en época de crisis la gente joven prioriza su tiempo a la posibilidad de personalizar su vestimenta", afirma, para añadir que "no es como cuando yo era joven que nos enseñaban a bordar con la principal intención de crear nuestro ajuar". El suyo propio, el de sus hermanas, el nacimiento en el seno de una saga de bordadoras y en la cuna del bordado, un pueblo de Toledo, explican el éxito de la artista, cuya obra está presente en la mayoría de las casas del municipio desde hace más de 30 años, los mismos que lleva ejerciendo como vecina de Pozuelo de Alarcón.

Tal vez la pasión de la artista por su oficio, la intención de lucha por mantener el bordado, la flexibilidad que le permite la mayoría de edad de sus hijos y en definitiva, su espíritu decidido, la han llevado a bordar "con hilo y aguja" la Mercería Mariángeles (c/ Benigno Granizo, 6) Desde hace un mes y medio, Magán ha sustituido la silla de bordar por un acristalado mostrador, en el que lucen sus bordados, además de todo tipo de menudencia para la costura. Pero una vez más, el producto pierde protagonismo para dar prioridad a la asesoría, porque es la artista quién aconseja, empatizando con el cliente.

Texto y fotografía: Irene Lema.