Sus hermanos y su madre delegaron en usted para que la obra de su padre siga viva...
Si, pero me turno con mi hermana. Aunque lo importante es que el recuerdo de mi padre siga vivo porque tenía una gran fe en la poesía y una entrega a unos ideales literarios, religiosos y artísticos plena.
¡Su padre era un gran polifacético!
Un gran artista. Poeta, crítico literario, profesor, músico... Mi padre ahondó en todas las facetas del arte cantando también a la pintura, a la danza, al toreo. Su gran espiritualidad da sentido y unidad a esa aparente dispersión.
¿Qué frases mantiene vivas de su padre y que incluso pueda transmitir a sus nietos?
Quizás un verso de sus primeros poemas que puede servir de guía y que decía: la vida es un único verso interminable. Nadie llegó a su fin. Nadie sabe que el cielo es un jardín. Esta visión de la vida con un horizonte más allá de ella es para mí el resumen de lo que puede ser la personalidad de mi padre.
Se cumplen 25 años de su muerte...
Mi padre, de gran sencillez humana, no deseaba tras su muerte grandes homenajes póstumos. Quería estar enterrado en su sitio tranquilo, humilde y en familia. Por eso pensamos enterrarlo en Pozuelo, en donde, a pesar de no haber vivido, ha pasado largas temporadas. Y sobre todo porque tenemos un cementerio acogedor, en donde no hay problemas para acudir.
¿El Ayuntamiento les ayuda a mantener vivo el recuerdo de su padre?
Sí, mucho. En 1996 se cumplió el centenario del nacimiento de mi padre y el Ayuntamiento de Pozuelo nos prestó, en aquel momento, una ayuda imprescindible. Se creó la Asociación Gerardo Diego y desde ella coordinamos la celebración del centenario en toda España. Y sobre todo, mantiene la celebración del Concurso Gerardo Diego, que ha crecido en participación y es fenomenal porque crea afición y sensibilidad a la poesía, a la pintura... al arte. Cada edición del Concurso Gerardo Diego me sigue emocionando y me hace feliz.